
Ser amable sin ser complaciente
En el ámbito de las relaciones humanas, tanto en el contexto personal como en el profesional, la amabilidad es reconocida como una cualidad esencial. Ser cordial, respetuoso y considerado contribuye a generar confianza, facilitar la comunicación y fortalecer vínculos duraderos. No obstante, es frecuente confundir amabilidad con complacencia. Mientras la primera se sustenta en el respeto mutuo, la segunda implica ceder de manera excesiva a las demandas de otros, aun en detrimento de los propios intereses. Esta distinción resulta crucial para comprender que es posible ser amable sin caer en la complacencia.
La amabilidad genuina se manifiesta en la capacidad de escuchar activamente, expresar opiniones de forma respetuosa y procurar un trato digno hacia los demás. Por el contrario, la complacencia supone renunciar a los propios límites con el fin de evitar desacuerdos o conflictos. En ese proceso, la persona corre el riesgo de perder autenticidad, experimentar frustración e incluso disminuir su autoestima. Por ello, el verdadero desafío radica en equilibrar la empatía con la firmeza, lo que permite mantener relaciones sanas y constructivas.
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