Por Daniel Rodríguez
Director Sport ON
Tema bastante comentado en esta época del año, donde las temperaturas alcanzan picos que nunca imaginamos y nuestro cuerpo se resiente al realizar cualquier práctica deportiva.
Seguro que, si eres de los/as que salen de tu entrenamiento “chorreando” en sudor y con el rostro rojo como un tomate de Los Palacios, he de decir que es algo común, ya que, para poner en marcha nuestro cuerpo en forma de movimiento, este genera calor. Pero, ¿por qué?
Nuestro sistema muscular necesita energía para realizar su función. Esta energía no se crea de forma mágica, sino que existen varios procesos químicos, de los cuales una pequeña parte la usamos para movernos y otra para generar calor.
Un símil para poder llegar a entender esto sería el funcionamiento de una locomotora, donde el uso del carbón o leña en la caldera calienta el agua, convirtiéndola en vapor (proceso químico antes comentado); vapor a presión que se introduce en los cilindros y empuja los pistones (sistema muscular).
Ante esto, nuestro cuerpo es sabio y casi perfecto, utilizando un sistema propio de refrigeración llamado sudor, el cual tiene la función de enfriar el cuerpo y bajar algunos grados la temperatura. Por lo tanto, si una de las cosas que más te preocupa cuando entrenas es la cantidad de sudor que produces, puedes agradecer que tienes un sistema de autorregulación que funciona de forma perfecta.
Debemos entender que el sudor y el “sofoco” forman parte del movimiento y la actividad, y que ir en contra de nuestra fisiología —con lugares donde el aire acondicionado está bastante bajo— puede acarrear rigidez en nuestro grupo muscular, problemas respiratorios como acumulación de hongos o bacterias, o provocar una bajada en nuestro sistema debido a una mala termorregulación.