¿Cambiamos ahora la hora?

Una año más, se acerca el cambio de hora, y seguimos con el eterno dilema. ¿Sería mejor mantener todo el año el mismo horario o es mejor seguir cambiando la hora?.
Esta practica horaria que seguimos manteniendo en España, afecta en muchos aspectos de nuestro día a día, no solo en el ámbito personal si no también en el empresarial.
Por este motivo, en el artículo de este mes, queremos analizar un poco más en profundidad el motivo de esta “tradición” y el por qué si o no debemos cambiar ahora la hora.

Lo primero que debemos analizar es cuales son realmente los motivos que hay para cambiar la hora y cuales hay para no hacerlo. El cambio de hora busca mantener estable la hora a la que amanece a lo largo del año para de algún modo, no desaprovechar las horas de sol tempranas en verano y evitar llegar al trabajo aún de noche en invierno. Como contraprestación, sacrificamos esa estabilidad en la hora a la que anochece. Pero a nivel industrial-empresarial, el principal motivo sobre el que sustenta este cambio horario es el ahorro energético.

La duración del día como es sabido depende fundamentalmente de dónde nos situemos y la época del año. Los días son más largos en verano, pero la diferencia es más marcada conforme nos acercamos a los círculos polares, y esta es la razón de por qué buena parte de los países en zonas tropicales (África central, norte de Sudamérica, sudeste asiático u Oceanía) no realizan este cambio. Otro huso horario que no requiere cambio es el UTC. El Tiempo Universal Coordinado es un huso horario equivalente al Tiempo Medio de Greenwich (GMT), y es utilizado, por ejemplo, en la Estación Espacial Internacional, la cual orbita la Tierra aproximadamente cada hora y media y por tanto, necesita un huso horario diferente.

Como contraposición a esto, el horario de verano llegó a estar extendido casi plenamente fuera de los trópicos, pero en la actualidad, sobrevive en Europa, Norteamérica y unos pocos de países más, y la realidad es que el principal motivo para abandonar el cambio horario es que resulta un verdadero incordio. Además, hay que tener en cuenta que cada país cambia de hora cuando le conviene. Por ejemplo, la unión europea y los países de su entorno no homogeneizaron el cambio hasta mediado de los años 90.

Como hemos comentado anteriormente, son mayoría los países que optaron en algún momento en abandonar la práctica del cambio horario, y los principales motivos para ello son que tras realizar numerosos estudios, realizar el cambio horario no conllevaba realmente ahorros energéticos significativos, y esta tendencia se está empezando a extender más y más en los países que aun lo realizan. De hecho, ya en 2020 se planteó en la UE llevar a cabo una consulta a la población para decidir si continuar con esta práctica que de algún modo nos trastoca nuestro modus vivendi cada vez que se acerca el final de octubre.

¿Y entonces, qué país será el siguiente? La tendencia parece bastante clara, y poco a poco países y regiones van abandonando el cambio horario (generalmente para asentarse en el horario de verano). La pregunta es quién será el siguiente o, más bien, si seremos nosotros.
Lo anecdótico de esta situación, es que todo el mundo parece querer abandonar esta tradición horaria pero nadie (o en este caso pocos) logran hacerlo. 

Los motivos que esgrimen los países que se resisten aun a mantenerse todo el año en un mismo huso horario, provienen de los numerosos estudios que analizan los beneficios y posible perjuicios del cambio de hora en aspectos como salud o accidentes de tráfico, los que analizan los cambios sociales donde el horario de verano se adopta o rechaza son escasos.

En cualquier caso, decidan lo que decidan los países en los próximos años respecto a esta práctica horaria, la crisis energética en ciernes va a tener mucho que decir al respecto. Si realmente como afirman numerosos estudios el cambio de hora sirve para ahorrar energía, puede que este resulte un mal momento para abandonarlo. Se trata de un condicional muy importante, claro. Al fin y al cabo fueron las guerras y la crisis del petróleo de los años 70 los que hicieron imponerse esta práctica en la mayoría de los países.

Conseguir medir y cuantificar el tiempo es una tarea muy compleja. Incluso países no muy extensos como puede ser nuestro país, pueden tener grandes diferencias entre las horas a las que amanece y anochece en cada una de sus ciudades. Sin embargo, desde que la industrialización comenzó a acelerar los ritmos de viaje y comunicación en la Tierra, es algo que se ha hecho indispensable.

Lo más curioso quizás de todo este asunto, es que hemos pasado de sociedades donde el sol marcaba el devenir del tiempo en cada sitio a una donde el tiempo se mide con precisión atómica. Sin embargo algunas tradiciones populares, nos ponen en un incómodo punto intermedio en el que dos veces nos acabamos preguntando, por qué el despertador se ha confundido al sonar.

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