Querido compañero, te consideres autónomo o gerente de una empresa,
Habitualmente ignoramos el poder del lenguaje.
Lo que decimos, no sólo denota cómo pensamos, si no que, además, define nuestra realidad.
Seguro que si nos encontramos por la calle, y te pregunto “¿qué tal te va con tu negocio?”, me vas a responder algo en las líneas de…
“Ya sabes, en la lucha del día a día…” o… “Como siempre, en el barro…” o… “Liao como la pata de un romano, para variar…”
Entendemos ser autónomo o empresario como sufrimiento, lucha, estar en las trincheras, sudar lo más grande, reto, combate y dificultad constante…
No existe ningún caso de un empresario/a a quien TODO le haya ido de cara. NINGUNO.
Y puedes contar con los dedos de una mano (y hasta puede que te sobren) los que han alcanzado el éxito y que conozcas personalmente.
Hasta tus referentes y los míos, aquellos que consideramos los “divinos del Olimpo del empresariado” y grandes hombres y mujeres de negocios, han estado en algún momento donde estamos tú y yo ahora.
Entonces ¿cómo hicieron para crear una línea temporal en la que ellos triunfan? ¿Cómo lo han conseguido?
Lo que te voy a decir a continuación, te va a parecer obvio: Lo que han hecho, es simplemente hacer, en algún punto del camino, algo diferente. Y lo han hecho puede que una, o puede que cien veces. Y eso es lo que les ha llevado a tener resultados distintos.
Pero para tomar acción, para hacer ese “algo diferente”, hace falta que cambies tu forma de pensar, tu forma de ver tu empresa y la forma en la que funciona (o no) en el mercado.
Reconocer que se necesita hacer ajustes, descubrir qué ajustes hacer, entender cómo hacerlos y cuál es el impacto esperado de los mismos… y tomar la acción adecuada.
Y esto no te lo digo desde un púlpito o un pedestal. Te lo digo desde el mismo suelo polvoriento del camino que tú mismo/a recorres. Mirándote a los ojos.
La pregunta que puede estar ahora mismo en tu mente es “¿Y cómo voy siquiera a pensar en ese “algo diferente” (no hablemos ya de tomar acción) si no tengo tiempo ni para descansar, ni para planificar, ni buscar la forma de hacer crecer mi negocio?”
Y es que es muy habitual que nos encontremos en una de estas situaciones que nos impiden avanzar, crecer, y llevar nuestro negocio a donde queremos que esté:
- No sabemos qué falla, pero algo falla. Se nos “hace bola”, nos cuesta masticarlo y digerirlo, y eso nos bloquea. Remamos sin dirección, con el ancla echada.
- Tenemos una ligera idea de lo que falla, y hemos probado todas las herramientas y soluciones que hemos sido capaces, pero nada funciona. Esto nos hace perder la fe en cualquier solución, y seguimos haciendo las cosas tal cual las hacíamos antes. Nos movemos por inercia, sin impulso.
- Hay muchísima información disponible ahí afuera, no sabemos por dónde tirar. Probar cosas implica gastar dinero, incrementando los costes operativos, y eso no nos lo podemos permitir. Vamos a la deriva, sin rumbo definido.
Evidentemente, en cualquiera de estas tres situaciones, estamos de un modo u otro evitando ese “algo diferente”.
¿Y cómo salimos de esta?
Ojalá pudiera decirte que es fácil, pero no. No lo es. Es simple, eso sí. Un sistema de tan solo cuatro pasos:
- Cambio de mentalidad: romper con los miedos y creencias que te limitan.
- Formación: adopción de nuevo conocimiento.
- Experimentación: puesta en acción de dicho conocimiento.
- Revisión de resultados. Extraer nueva información para seguir experimentando y ajustando.
Las malas noticias, como te he adelantado, es que ninguno de estos pasos es fácil por sí mismo. Algunas personas encuentran alguno de los pasos más accesibles o sencillos dependiendo de su recorrido previo y de cómo procesan y reaccionan a la información.
Ya lo sabes: cada negocio es un mundo, porque cada negocio es el reflejo de la persona que lo dirige. Y no hay dos personas iguales.
Y el desarrollo personal de quien dirige es lo que marca las limitaciones del negocio.
Por lo que he podido comprobar en mi día a día, el cambio de mentalidad es uno de los pasos que más hace atascarse al empresario.
Muchas veces requiere haber pasado por una experiencia de algún modo traumática en lo personal, o encontrar en un momento de conflicto interno un nuevo paradigma que rompe con lo que hasta ahora era tu forma de ver el mundo y relacionarte con el entorno.
Empiezas a leer, te unes a un grupo de personas que te ayudan a expandir tus miras. O bien aparece en tu vida un mentor o guía que te muestra una nueva realidad.
La formación presenta un reto en sí misma, precisamente por dos motivos:
- La bendición/maldición de la abundancia y facilidad de acceso a la información.
- Tener la formación, pero no un manual que podamos seguir para aplicarla a nuestro caso particular.
Y es en este paso entre la Formación y la Experimentación donde muchos/as fracasan.
En parte, porque el conocimiento ha sido adquirido a un ritmo muy rápido, y normalmente antes de que fragüe el cambio de mentalidad, con lo que se crean confusiones y contradicciones con nuestro sistema de creencias previo, bloqueando la acción y puesta en práctica de los conocimientos adquiridos.
Y en parte porque la adquisición del conocimiento ha supuesto un coste elevado (económico o en tiempo) y esta fuerte inversión crea en las personas una presión elevada: “esto, con lo que ha costado, tiene que funcionar sí o sí”.
Si has pasado por esta etapa, tal como describo, habrás experimentado una gran mejora y un subidón de motivación en las pocas semanas o meses posteriores al final de la formación. Es normal: has aprendido cosas nuevas, empiezas a aplicarlas y empiezas a ver algunos cambios.
Y es que pasar de “0 constante” a “1” supone un cambio enorme.
Lo malo es que ese ímpetu se pierde relativamente rápido y, como no se han creado hábitos nuevos, la cosa se enfría y vas dejando paulatinamente de implementar.
Resultado: Con suerte, mantienes esa mejora marginal inicial, pero no va “más allá”.
Puesto que no tienes un manual que te guíe en la puesta en práctica, y no has construido una base sólida creando hábitos que te permitan seguir desarrollando lo aprendido, te encuentras un día resintiendo ese “dinero y tiempo perdidos” en una mejora que jamás se hace efectiva.
Es muy probable que, si como a mí mismo, te preocupa la salud y el desarrollo de tu empresa, hayas pasado por esto que describo.
Afortunadamente, saber identificar correctamente el problema es el 90% de su solución.
Y tú y yo, lo tenemos claro: Asegúrate de lo que te propones aprender es relevante y está alineado con tus objetivos, prevé la forma en la que lo aplicarás, y pon en marcha fórmulas que te permitan mantener su aplicación.
Ya sabes que, para todo ello, puedes contar conmigo.
Un saludo, y feliz mes de Agosto.
El Alkimista.