El entrenamiento de fuerza: un aliado clave en la prevención y tratamiento del cáncer

El entrenamiento de fuerza ha ganado una popularidad creciente en la última década, no solo por sus beneficios en términos de acondicionamiento físico y estético, sino también por sus efectos positivos en diversas condiciones de salud. Entre las áreas en las que ha demostrado tener un impacto significativo se encuentra el cáncer. Cada vez más estudios apuntan a que el ejercicio de fuerza puede ser un aliado clave en la prevención y el tratamiento de este grupo de enfermedades.

Existen diversas investigaciones que sugieren que el ejercicio regular puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer, incluidos los de mama, colon y próstata. El entrenamiento de fuerza, al aumentar la masa muscular y mejorar la salud metabólica, tiene un papel fundamental en la modulación de varios factores biológicos que influyen en el desarrollo del cáncer.

Uno de los mecanismos más importantes es la regulación de las hormonas. El ejercicio de fuerza puede mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir los niveles de insulina en sangre. Altos niveles de insulina están asociados con un mayor riesgo de cáncer, especialmente de colon y mama. Además, el ejercicio puede disminuir los niveles de estrógenos en mujeres postmenopáusicas, lo que también contribuye a una menor incidencia de cáncer de mama.

Los beneficios del entrenamiento de fuerza no se limitan solo a la prevención; también son significativos durante y después del tratamiento del cáncer. Los pacientes oncológicos a menudo experimentan pérdida de masa muscular (caquexia) debido a la enfermedad o a los efectos secundarios de los tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia. La caquexia no solo debilita al paciente, sino que también puede disminuir las posibilidades de recuperación.

En este sentido, el entrenamiento de fuerza puede ser una herramienta esencial para contrarrestar la pérdida de músculo y mejorar la calidad de vida. Varios estudios han demostrado que los pacientes que realizan ejercicios de fuerza durante y después de su tratamiento tienen una mayor capacidad para recuperar la fuerza, mejorar su bienestar general y reducir los efectos secundarios de los tratamientos.

Es crucial que el entrenamiento de fuerza sea gradual, progresivo, y que se ajuste a las capacidades físicas de cada persona. Además, siempre debe estar supervisado por un profesional de la salud y la actividad física.

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