Nadie duda de que aspectos como el coeficiente intelectual y los conocimientos técnicos han ocupado tradicionalmente un papel importante a la hora de valorar el buen o mal desempeño profesional. La selección del talento basado en lo que se sabe – conocimientos sobre una materia-, ha primado sobremanera sobre el qué hacer con lo que se sabe y más aún, sobre la capacidad de entender y gestionar adecuadamente las emociones en el contexto laboral, algo que quedaba en un plano casi irrelevante.
Si algo he aprendido en todos estos años dedicado al estudio del liderazgo en los entornos empresariales, es que los mejores líderes lo son precisamente porque gozan de un elevado nivel de inteligencia emocional. Esto no significa excluir aspectos de carácter cognitivo en el desempeño del liderazgo, en absoluto, -cociente intelectual y conocimientos técnicos son ingredientes necesarios e importantes, pero desde mis más de 30 años de experiencia profesional, sí que me atrevo a decir, que es la inteligencia emocional la que de verdad marca la diferencia.
Son muchos las ocasiones en las que tendemos a mezclar dos conceptos totalmente diferentes: inteligencia cognitiva e inteligencia emocional. La primera se mide en términos de coeficiente intelectual (CI). La segunda, la inteligencia emocional, se refiere a las habilidades emocionales y sociales que establecen la manera en la que nos percibimos a nosotros mismos, cómo nos expresamos, cómo tomamos las decisiones y de qué manera manejamos el estrés.
Diversos estudios confirman que la inteligencia cognitiva solo es responsable del 20% de los factores que determinan el éxito, de modo que de la inteligencia emocional depende un amplísimo 80%.
Estos porcentajes nos indican la relación entre un buen liderazgo (Metaliderazgo) y el nivel de inteligencia emocional del líder. Y, lo verdaderamente importante para los líderes actuales y futuros es que, si se lo toman en serio, pueden incrementar sus niveles de inteligencia emocional hasta alcanzar el 80%. ¿Se puede aprender la inteligencia emocional? La respuesta es sí, aunque hay que querer aprenderla. Estas son las cinco escalas y las quince subescalas que trabajo en mis libros, cursos y talleres.
Percepción de sí mismo (El yo interior)
Esta primera escala está diseñada para evaluar el autoconcepto, la autorrealización y la autoconciencia emocional.
– El autoconcepto. ¿El líder se acepta como es, con sus fortalezas y debilidades? Si el líder tiene un nivel alto de autoestima y de respeto por sí mismo se sentirá bien, mientras que en el lado opuesto se sentirá mal.
– La autorrealización. Se refiere al nivel más alto de la jerarquía de las necesidades plasmado en la pirámide de Maslow. Por lo tanto, la autorrealización representa las motivaciones del orden superior del líder, que lo impulsa a realizar su verdadero potencial y alcanzar la versión ideal de sí mismo.
– La autoconciencia emocional. El líder se encuentra ante la tercera subescala del yo interior que abarca el reconocimiento y la comprensión de sus emociones. Los verdaderos metalíderes conocen perfectamente su fondo emocional, saben como tener el equilibrio emocional que necesitan en todo momento y situación.
Expresión de sí mismo
La segunda escala está diseñada para evaluar la expresión emocional, la asertividad y la independencia.
– La expresión emocional. Consiste en que el líder exprese de manera abierta sus emociones tanto de manera verbal como no verbal.
– La asertividad. Implica que el líder comunique claramente sus pensamientos, creencias, valores, sentimientos de un modo socialmente aceptable sin hacerlo nunca de manera ofensiva.
– La independencia. Es una subescala básica para el líder. Es totalmente necesario que el líder le deje claro a todos sus colaboradores y stakeholders que puede funcionar de manera autónoma e independiente. Esto no significa que no solicite ayuda y consejo en determinados momentos y situaciones.
Interpersonal
La tercera escala está diseñada para evaluar las relaciones interpersonales, la empatía, la responsabilidad social.
– Las relaciones interpersonales. Hace referencia a las relaciones del líder con los demás. Si quieres ser un metalíder tendrás que saber conectar con los demás, y estar dispuesto a ofrecer y recibir afecto e intimidad. Los verdaderos metalíderes entienden a la perfección la verdadera importancia de las buenas relaciones con los demás.
– La empatía. El líder debe saber ponerse en el lugar de la persona que tiene enfrente, en su piel, en sus “zapatos”. Consiste en que el líder reconozca, comprenda y aprecie cómo se sienten los otros, y por qué se sienten así, y comportarse de modo empático. Un líder empático inspira y motiva a los demás.
– Responsabilidad social. Es verdaderamente importante e imprescindible liderar con total responsabilidad, tener conciencia social y mostrar total interés por impactar de manera positiva en toda la sociedad en general. El verdadero metalíder es holístico.
La toma de decisiones
La cuarta escala está diseñada para evaluar la resolución de problemas, la evaluación de la realidad y el control de los impulsos.
– Resolución de problemas. Afecta a la capacidad que tiene el líder de comprender el modo en que las emociones le hacen afrontar los problemas. La resolución de problemas es un proceso complejo y consta de varias fases. El verdadero metalíder es un experto consumado en la gestión y resolución de problemas.
– Evaluación de la realidad. El líder tiene que vivir en la realidad objetiva. Debe tener la capacidad de ver con claridad, viendo las cosas como realmente son y reconociendo cuándo su personalidad, comportamiento de personalidad, valores, creencias y comportamientos pueden disminuir su objetividad.
– Control de los impulsos. El líder debe ser un experto en controlar sus impulsos. Tiene que evitar la tentación de reacción inmediata.
Manejo de estrés
La quinta y última escala está diseñada para evaluar la flexibilidad, la tolerancia al estrés y el optimismo.
– Flexibilidad. Para lograr sus objetivos es verdaderamente importante que el líder adopte y gestione sus pensamientos, emociones, sentimientos y comportamientos ante situaciones o circunstancias nuevas, inesperadas o impredecibles. Se trata de una actitud o comportamiento de adaptación. Los verdaderos metalíderes están totalmente abiertos a los cambios y son tolerantes y comprensivos con los cambios y las nuevas ideas.
– Tolerancia al estrés. Todos los líderes saben perfectamente lo complicado que es enfrentarse a situaciones estresantes, pero han experimentado que se pueden manejar y gestionar de manera positiva. La tolerancia al estrés está muy relacionada con la resiliencia y cuando se une al optimismo es un auténtico “cocktel molotov” para resolver de manera eficaz los problemas o las crisis. Cuando el líder tiene baja tolerancia al estrés desencadena la ansiedad, con sus efectos negativos sobre su bienestar personal y profesional, su foco o concentración y su desempeño.
En el lado contrario, cuando tiene una tolerancia correcta, el líder no se focaliza en el estrés provocado por una situación concreta, sino que se enfoca en las soluciones y los beneficios; siendo capaz de tomar decisiones importantes o vitales bajo presión.
– Optimismo. El optimismo es un indicador de actitud y de perspectivas positivas ante la vida y/o el trabajo. Representa una apuesta por el porvenir en el enfoque personal y profesional del líder. Liderar con optimismo es dar un valor añadido un plus al liderazgo. Un verdadero líder optimista busca asertivamente las soluciones, los resultados positivos y el lado positivo de todas las situaciones o circunstancias.
EQI 2.0
En resumen, la inteligencia emocional se puede aprender.