La revolución tecnológica que estamos experimentando en los últimos años, ha provocado un cambio diametral en nuestra forma de percibir el mundo y de vivir nuestro día a
día. Nuestra mentalidad quedado meridianamente expuesta y abierta a cambios continuos, y a la aceptación de que lo que hoy es ciencia ficción, mañana será en una realidad
incontestable.

Pero aun así, ¿Se imagina que un día a llegar a casa, se encontraran con un frigorífico que hiciera la compra online de forma automática cuando se acabaran ciertos alimentos?
¿O que su chimenea se encendiera y apagase automáticamente, y sus toldos y persianas se abrieran o cerraran en función de la previsión meteorológica? ¿O que los inodoros pudieran analizar su orina y le recomendaran qué dieta le conviene seguir? ¿O un espejo capaz de informarte de su peso, calidad del sueño, hidratación corporal y otros detalles?

Todos estos ejemplos, son algunas posibles aplicaciones de lo que se conoce como el “Internet de las cosas” (IoT, por sus siglas en inglés), un concepto que dio sus primeros
pasos en 1990 cuando Jhon Romkey y Simon Hacket consiguieron diseñar una tostadora con conectividad a Internet, pudiendo desde cualquier ordenador determinar su encendido, su apagado y configurar el tiempo de tostado de la misma

Podríamos definir por tanto El Internet de las cosas, como un sistema de dispositivos de computación interrelacionados, máquinas mecánicas y digitales, objetos, animales o personas con identificadores únicos y con la capacidad de transferir datos a través de una red, sin necesidad de interacciones humano-humano o humano-máquina. En los próximos años, este concepto revolucionará completamente nuestra sociedad en todos los ámbitos, ya que sus aplicaciones van desde la medicina, la agricultura, las ciudades inteligentes, domótica, industria, tecnología y por supuesto, el mundo empresarial. El dato que constata que el Internet de las cosas es imparable, es que se calcula que en 2020 entre 22.000 y 50.000 millones de dispositivos se conectarán a Internet, proporcionando a las personas
servicios y aplicaciones inteligentes inimaginables.

Pero, ¿Qué repercusión tendrá esta tecnología en el devenir de las empresas? Pues como todas las tecnologías, el Internet de las cosas revolucionará los modelos de negocios actuales y abrirá un nuevo universo de oportunidades, para aquellas empresas que tengan la capacidad de implantar esta tecnología en sus procesos de negocio y orientar sus servicios y productos para satisfacer las nuevas demandas del mercado.

A modo de ejemplo, podemos señalar algunos de los sectores en los que se generarán nuevas oportunidades negocios:

Ropa y objetos personales conectados: Los wearables depararán infinidad de usos y aplicaciones en seguridad y la salud. Dispositivos, pulseras y aplicaciones móviles que desarrollarán un seguimiento de la salud de la persona, facilitando información valiosa para la prevención de enfermedades. Este nicho de mercado ya está desarrollándose y promete convertirse en un filón para las empresas tecnológicas.

Vehículos conectados: Los vehículos inteligentes y autónomos generarán información que ayudará a la prevención de accidentes y al aumento de la seguridad vial. Esto conllevará una disrupción en la fabricación de automóviles y en otros ámbitos como el transporte público y privado.

Hogares conectados: Sin lugar a dudas, la domótica en el hogar y la inmótica en los edificios impactarán de lleno en la eficiencia energética, en la seguridad, en el confort y en una ampliación de la oferta del ocio para las personas, lo que generará un mercado con una perspectiva de explotación extraordinaria.

En resumen, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que el Internet de las cosa ha llegado para quedarse, y que será en los próximos años el germen de nuevos modelos de negocio y de empresas tecnológicas, que transformarán y revolucionarán nuestra sociedad y nuestra forma de vida de uno modo sin precedentes.