La Covid-19 nos ha arrasado en todos los sentidos. Nadie puede negar que su salud mental o la de los más cercanos se haya visto afectada tras la pandemia. Nuevos miedos o inquietudes han aparecido, o quizá han vuelto otros del pasado. La realidad es que esta situación ha hecho que la salud mental de gran parte de la población se vea afectada, especialmente aquellos con menos recursos. De hecho, así lo confirman los datos del CIS según indica la Agencia EFE: “el porcentaje de personas de clase baja que se han sentido decaídas, deprimidas o sin esperanza durante la pandemia, casi duplica al de aquellas que se identifican con la clase alta (32,7% frente a 17,1%)”. También señala que “la prescripción de consumo de psicofármacos, de un 3,6% en la clase alta, frente a un 9,8% de la clase baja”.
La OMS alerta de que los problemas de salud han aumentando desde el comienzo de la pandemia y señala un claro aumento en los niveles de ansiedad y estrés en un tercio de la población adulta. Por todo ello, sólo podemos manifestar nuestro apoyo y solidaridad a todas aquellas personas que sufren algún tipo de trastorno mental. Es fundamental exigir una mayor inversión en salud mental y animar a acudir a un especialista sin ningún tipo de temor o vergüenza. Como indican desde la Asociación ADAS es imprescindible hablar naturalmente sobre este tipo de enfermedades y ser conscientes de que “no es peor tener una depresión que ser diabético o cualquier otra enfermedad”.