¡Descubre los secretos de la historia romana con Manuel López Hueso y su fascinante novela “El Romano”!

Manuel López Hueso cuenta cómo su fascinación por la historia romana y su experiencia personal se entrelazan en su novela. Desde la idea inicial hasta los desafíos de escribir sobre el Imperio Romano, Manuel nos ofrece una mirada profunda a su proceso creativo y a las anécdotas que enriquecen su obra. Descubre más sobre la inspiración y la dedicación detrás de El Romano.

¿Qué te inspiró a escribir “El Romano” y cómo surgió la idea inicial?

Desde pequeño siempre me ha parecido interesante la historia, sobre todo el Imperio Romano. El vivir en un país donde antes habían estado los romanos me resultaba tentador para hacer una historia. Hispania aún guarda restos de su pasado romano, lástima que en nuestra Hispalis aún quede esa Sevilla romana enterrada bajo nuestros pies.

La idea inicial, aunque la tenía en mente, no se llegó a materializar hasta haber registrado Huesos Secos, mi primera novela. Tenía que seguir llenando el hueco de esta pasión que me había generado el estar tanto tiempo con una novela. Necesitaba tener esa motivación a ponerme frente al ordenador nuevamente.

¿Qué es lo más difícil a la hora de escribir sobre una figura histórica en un contexto tan detallado?

Lo más difícil que tuve que enfrentarme fue el introducir la vida de un ciudadano de Itálica dentro de un periodo que abarcó hasta cuatro emperadores. Para ello, tuve antes que hacer una amplia investigación sobre cómo era la vida en esos primeros años, desde el esclavo hasta el militar.

Ponerlo todo en una novela corta, cuando las novelas históricas están llenas de miles de palabras, fue tarea un tanto difícil, sobre todo el sintetizarlo. Tuve que reescribirla un par de veces. Luego, aunque parezca inverosímil, si tienes todo atado previamente viene sola toda la trama.

¿Cómo investigaste la vida de los emperadores romanos que aparecen en la novela?

Yo ya tenía formación en el campo de la historia antes de ponerme a hacer los primeros bocetos en un cuaderno de notas. Pero, aun así, tuve que leer clásicos como “La vida de los Doce Césares” del historiador romano Suetonio, hasta novelas contemporáneas de Santiago Posteguillo. Aparte de todo eso me estuve documentando con reportajes o ensayos sobre la vida de esos dirigentes.

¿Qué aspectos de la vida militar romana encontraste más fascinantes y por qué?

Ser militar en ese tiempo podría parecer fácil porque te generaba un ingreso fijo superior al que trabajar en otras áreas. Sino estaban en campaña militar la vida podría ser más tranquila que el que está batallando en los limes del Imperio por ejemplo. Encuadrados en unidades. Desde el conturbenium, unidad mínima formada por ocho legionarios, que compartían incluso tienda para pernoctar, hasta la centuria, que se formaban por diez conturbenium. Dos centurias hacían un manípulo, y dos de estos una cohorte. Diez cohortes formarían lo que conocemos como legión romana.Como ves es algo más complejo que los romanos que aparecen en nuestra semana santa jejeje. Como sorprendente me resulta la larga vida militar que disponían, si tenemos en cuenta que la esperanza de vida de ellos estaría en torno a los 50 años. Los militares debían estar en el servicio activo 25 largos años, para después, sino han muerto en batalla antes, pasar a la reserva militar, los famosos eméritos. Mérida, por ejemplo, fue una ciudad para eméritos, Augusta Emerita.

Otro dato me puede parecer una barbaridad, pero que esa época era el pan cotidiano, eran los castigos, físicos sobre todo, que infligía el centurión al mando con su “vitis” o bastón de mando. En la novela recojo algún que otro caso.

¿Qué elementos de tu propia experiencia en las fuerzas armadas influyeron en la narrativa de “El Romano”?

Salvando las distancias temporales, creo que la vida militar en cuarteles no tendría que distar mucho de la actual. El padre de Rufus, nuestro protagonista, es armicustos de profesión, o lo que es lo mismo, soldado encargado de administrar el armamento. En nuestras fuerzas armadas tenemos varios nombres para referirnos a esa misión tan importante pero poco vista. El armero o incluso el intendente. Yo recuerdo que en mi unidad teníamos la figura del Cabo Furriel, que era el que se encargaba de suministrarnos lo necesario. Supongo que el armicustos sería una mezcla de todos ellos.

Buscando en un rincón apartado de mi memoria, fue hace ya bastantes años, desde el clásico binomio, de Dos infantes, hasta el pelotón, mandados por un suboficial, que constaba de unos 8 o 10 soldados. Tres o cuatro pelotones conforman una sección, mandadas por un oficial, teniente o capitán. Unas cuantas secciones formaban la compañía, organizadas por un comandante normalmente, cargo similar al centurión romano. Aunque, siendo sincero, el centurión era un militar instruido en la batalla. Era la élite militar de aquella época. Una máquina de guerra que iba en primera línea. No sé yo si los comandantes actuales estarían tan expuestos al fuego real como lo estaban ellos.

¿Puedes compartir alguna anécdota interesante o sorprendente que descubriste durante tu investigación histórica?

Si, hay muchas, pero pondré unas que me resultaron tenebrosas sobre el emperador Calígula. El historiador romano Dion Casio escribiría sobre sus atrocidades, tales como, en pleno banquete sacar a los prisioneros de los lugares conquistados y mientras tenía sexo con las mujeres les hacía cortar las manos a los hombres, haciéndolos desfilar con ellas colgando por una cuerda al cuello.
Otra de las anécdotas, por así llamarlas, sobre Calígula, es la de poner a toda una legión a recoger conchas por toda la orilla y a lanzar sus armas contra el mar embravecido, en señal de batalla contra él.

En la novela incluyo más anécdotas, aunque me hubiera gustado meter, por ejemplo, alguna más sobre él, llamado así a modo de mote al ser las “calígulas” el nombre usado para referirnos a las sandalias romanas utilizadas por los legionarios. Calígula se llamaba realmente Cayo Julio César Augusto Germánico, y cuando era niño, acompañaba a su padre a las campañas vestido con un mini uniforme de legionario con unas minis botitas militares, las “caligulas”. Los legionarios, cariñosamente, le apodaron así.El Imperio Romano está lleno de anécdotas, alguna extravagante, como cuando el mismo Calígula quiso nombrar cónsul a su caballo. Supongo que sería más por el hecho de reírse del Senado que por una locura transitoria. Nunca supe meter este dato en la historia, así que tuvo que quedar fuera.

¿Cómo equilibraste la precisión histórica con la narrativa ficticia para mantener la historia atractiva para los lectores?

Me fue fácil y difícil a la vez, y me explico. Fácil porque antes de ponerme frente al ordenador a escribir ya tenía configurado el esquema de como irían a desarrollarse los capítulos. Difícil porque hubo partes en los que el llamado “bloqueo del escritor” estuvo patente. Lo pude salvar parando unos días a reescribir lo escrito para cuadrar ciertos aspectos.

¿Cuál es tu parte favorita de “El Romano” y por qué?

La parte que le dan permiso a Rufus y se va a ver a sus padres a Itálica. El porqué está claro. Amo Sevilla, por su pasado turdetano, romano, islámico o cristiano. Itálica es un enclave que conozco bastante bien, e intenté plasmar, dentro de lo que supone una novela corta, lo más significativo de ella.

¿Qué mensaje esperas que los lectores obtengan de la historia de Rufus Gallius?

Por un lado, el espíritu de superación. Rufus se siente un renegado entre los suyos, al igual que su padre. Tiene que perseverar en aquello que cree para ser respetado. Por otro lado, que no dejen jamás de olvidar lo que fuimos. Creo que si dejamos que el pasado se esfume será difícil de encausar el futuro.

¿Qué diferencias notaste al escribir El Romano en comparación con tus otras obras como Huesos Secos?

Huesos Secos, que será publicada próximamente, es una novela larga con saltos temporales entre el siglo XVI y el XXI. Tiene una documentación exhaustiva en el Archivo de Indias entre otros lugares en los que tuve que ir para documentarme. El Romano, aun siendo como digo, una novela corta, tiene horas de documentación detrás. Como diferencia me gustaría destacar que esta última está escrita en primera persona a modo de diario, con lo que me resultó más fácil al ser una historia narrada.

¿Cómo ha influido tu formación en Historia y Gestión Cultural en tu estilo de escritura y elección de temas?

Me fue fácil sacar las ideas debido a ello. Pero creo que tengo que salir un poco de mi zona de confort y empezar a ver otros campos, como la novela fantástica.

¿Qué aspectos de la vida en el Imperio Romano crees que son más relevantes para los lectores contemporáneos?

La política actual está fuertemente influenciada en el legado romano. El Senado, que no es otra cosa que el poder del pueblo, es lo que tenemos actualmente. Otra de las cosas que tenemos gracias a ellos en la actualidad, aunque con matices, es el derecho.

¿Qué te motivó a volver a la escritura después de tu tiempo en las fuerzas armadas y tu experiencia en el campo sanitario?

Aún guardo por casa algún relato fantástico sobre el universo de Tolkien. Siempre me ha gustado escribir. No fue hasta 2016 cuando me decidí a hacer el primer curso de Narrativa Creativa, donde a modo de ejercicios tenía que elaborar semanalmente microrrelatos. Uno de esos microrrelatos fue finalista en un concurso internacional, cosa que me motivó bastante a plasmar la idea de Huesos Secos. Cuando dejé las fuerzas armadas estuve trabajando un tiempo en el sector sanitario, aunque lo que realmente me apasionaba era la historia, área que estudié siendo ya mayor por la Uned.

La razón por la que no estudié en su día historia fue porque un orientador laboral del instituto me quitó las ilusiones de un plumazo, afirmando que la historia es un hobby muy caro. Nunca debí haberle hecho caso, lástima que por esa época yo era solo un adolescente que estaba cursando bachillerato. Esa afirmación del orientador fue la que hizo que abandonara mis estudios y me alistara de soldado profesional.

¿Puedes hablarnos más sobre tus proyectos futuros, especialmente la novela sobre tu tío abuelo y la novela fantástica en desarrollo?

Escribiendo para el periódico en el que colaboro, Tú Periódico Soy, elaboré un artículo de opinión sobre los apátridas españoles después de la guerra civil española. Para documentarme para ello me topé, por casualidad o no, con la portada del juicio sobre mi Tío Abuelo, que siempre mantuvo en vida que fue concejal del municipio donde vivía, además de haber combatido, con el empleo de teniente en la contienda bélica. Mi madre no le creía, pero yo siempre me mantuve orgulloso de ello. Me hizo documentarme, mandando correos electrónicos a la diputación de Jaén, a la Asociación de amigos de la historia de Villacarrillo, municipio donde vivía… al final tuve demasiada documentación para ponerme a escribir y ahí sigo. Pero será para después del verano. Por el momento del relato me voy acercando ya, por la cantidad de palabras, a novela corta.

En cuanto a la novela fantástica tan solo tengo bocetos y esquemas en mi cuaderno de notas además de unas pocas palabras escritas en el ordenador. Será, creo, mi próximo gran proyecto. Como mencioné antes, creo que debo de salir de mi zona de confort y “explorar” otras áreas.

¿Cómo manejas la desmotivación y los períodos de bloqueo creativo en tu carrera como escritor?

Cuando me bloqueo tengo la costumbre de parar máquinas y hacer otra cosa. Olvidarme del ordenador y salir a andar o hacer deporte. No soy muy deportista, así que opto por el ajedrez, meayuda a desconectar y creo que es vital para proseguir. Ahí es donde me encuentro con mi yo interior.

Para eso siempre tengo a mano una pequeña libreta o una aplicación de notas instalada en el teléfono. La inspiración viene en momentos más insospechados. No es raro el verme sentado en un parque escribiendo en el cuaderno ideas que me vienen.

¿Qué consejo darías a los escritores emergentes que están luchando por encontrar su voz y mantener la motivación?

No soy nadie para dar consejos, pero te contaré mi experiencia con Huesos Secos. La historia me parecía maravillosa. Planteé la idea a un amigo, y escritor, Román Pinazo, para colaborar con él. Sus obras son muy distintas a las que yo hago, así que estaba solo ante el peligro. No obstante, colaboro con un relato en su antología literaria sobre un futuro un tanto macabro.

Me puse a escribir, leer, borrar, escribir nuevamente… así durante un tiempo en el que me vino esa desmotivación que me hablas. Actualmente hay millones de libros que están almacenando polvo, real o virtual, depende del formato, en un rincón. Sueños de personas que se pusieron frente a un cuaderno o pantalla y empezaron a dedicarle tiempo de su vida. A veces sin el apoyo necesario en su ámbito personal, que hace que te preguntes “para que sigo escribiendo y perdiendo mi tiempo”. Yo les diría a esas personas que sigan perseverando. Que sus miedos, frustraciones y sueños la vean reflejadas en sus letras. Hay personas que encuentran en el deporte una forma de evadirse, que usen su escritura como terapia. Y que lean mucho. Para convertirse en escritor antes nos tenemos que convertir en lectores. No es un camino fácil, eso seguro. Pero con constancia podremos, me incluyo, llegar a cada vez más lectores que le gustan lo que hacemos.

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