“Al no prepararse, se está preparado para fracasar”, frase célebre de Benjamin Franklin que resume a la perfección la importancia que tiene la planificación para cualquier ámbito de la vida, y más aún cuando la planificación se centra en el mundo empresarial.
Todo empresario tiene y debe de realizar una planificación de su empresa, que no es otra cosa que el desarrollo de un plan de actuación que se debe de llevar a cabo después de un exhaustivo análisis de la organización y de su entorno. En dicho plan viene recogido las estrategias a seguir y los objetivos a alcanzar que harán que la empresa consiga el éxito deseado a medio o largo plazo.
Cuando un empresario marca su hoja de ruta se tiene que poner en todos los casos que se puedan dar, esto significa incluso ponerse en lo peor de los casos. De ahí, la importancia de tener una planificación hecha con tiempo, porque el futuro es incierto y no sabe por los derroteros que se puede encontrar por el camino. Sólo triunfan aquellos que están preparados para afrontarlos, ya que minimizan todos los riesgos.
Los pasos a seguir para poder llevar a cabo una planificación empresarial, son los siguientes:
-Analizar la situación de la empresa y de su entorno. En este análisis previo, se va a detectar las fortalezas y las debilidades de la empresa, así como las oportunidades y amenazas que guardan relación con su entorno.
-Desarrollo del plan. Es la fase de la programación y la planificación. Todo lo que se lleve a cabo debe de ser medido en un tiempo determinado. Además, de ser medibles y reales.
-Puesta en marcha del plan. Es la fase más importante, porque es donde se lleva a la práctica todo lo que se ha programado en la fase anterior.
-Seguimiento. La evaluación tiene que ser continua para ir viendo los avances que se están llevando a cabo y valorar el trabajo realizado.
Es tal la importancia que tiene la planificación que al empresario o directivo le ayuda, en gran medida, a prever los cambios que se pueden llegar a producir de las acciones que están programadas en su hoja de ruta. Sólo de esta manera, pueden llegar a conseguir minimizar los aspectos negativos de los cambios y por contra, maximizar sus beneficios.
Una vez tenido esto en cuenta, en la fase del seguimiento se debe de determinar cuándo se va a volver a revisar el plan. Aunque siempre es un buen momento, puede hacerse de manera anual, a final de cada mes o bien cuando se produzca un cambio significativo.