Roja intensa e imponente para algunos fuera de su cauce. Reparadora a cada rincón que llega cuando movimiento le damos a nuestro cuerpo. Nos nutre, cuya sabia mantiene vivo ese árbol centenario que no muere. Marca el biorritmo del ser humano y cuyas carreteras y autovías son las únicas por las que tenemos que luchar por no crear esos peajes llamados colesterol.
Es bombeada de forma intensa por los más sanos y fuertes, y en su defecto, recorre nuestras venas y arterias de forma pausada en las personas cuya salud decae o la actividad física brilla por su ausencia. Su motor el corazón y su importancia vital.
Hablo de aquello que no vemos y que merece el mayor de todos los protagonismos, LA SANGRE. Aquello que nos da vida y que regala oportunidades a quienes la necesitan.