Ser o querer ser, la diferencia que marcará nuestro futuro

“Ser o no ser, esa es la cuestión” se ha convertido en una de las preguntas más profundas de la literatura universal. Hamlet, el inmortal personaje de William Shakespeare, muestra así las indecisiones que se producen entre la voluntad (lo que queremos ser) y la realidad (lo que somos en nuestro día a día). Una reflexión que se ha aplicado en muchos ámbitos y, por supuesto, también en el empresarial.

Los militares han resuelto este dilema diferenciando entre “estrategia” y “táctica”. Para aquellos que desconozcan la sutil diferencia, lo primero establece el plan para alcanzar un objetivo y, lo segundo, las acciones que se llevan a cabo para lograrlo. Pues bien, la vorágine del día a día (táctica) es tal que no nos deja tiempo para reflexionar (estrategia) sobre hacia dónde queremos llevar nuestro negocio. 

Y ese es un grave error que absolutamente todos hemos cometido alguna vez: empezar a construir la casa por el tejado. Nos centramos en que nuestro negocio sobreviva en el corto plazo, cuando debemos actuar precisamente al revés. Primero, tenemos que establecer los cimientos para asegurar el futuro de nuestra actividad. Si nos marcamos unas metas claras, con la visión en el largo plazo, los pasos que deberemos dar estarán casi marcados y el día a día servirá a esos objetivos meditados.

Hace ya veintiún años que empecé como asesor financiero y en aquellos momentos el día a día era tan intenso que tardé mucho tiempo en detenerme a pensar en lo que quería ser. Cuando entendí la importancia de elaborar una planificación que me permitiera actuar siempre para alcanzar unos objetivos concretos (al igual que asesoro a mis clientes con las finanzas), el crecimiento fue mucho más rápido y, por supuesto, más sólido. Hoy sé que los días que dediqué a la creación de esa estrategia (y que sigo dedicando, porque del mismo modo que la planificación financiera, se tiene que ir ajustando según el contexto y nuestras circunstancias) han sido los más productivos.

Cuando uno sabe qué quiere y cómo alcanzarlo gana credibilidad, lo que atrae a los clientes y nos permite rodearnos de otros profesionales con los que compartir nuestras metas. Crear equipos cohesionados es vital cuando uno piensa a largo plazo. Pero a tal fin hemos de comunicar sin tapujos nuestra visión. Y, por supuesto, eso también puede ayudarnos a transmitírselo a nuestros hijos, lo que podría ser imprescindible para un traspaso generacional de la empresa.

Toda esta reflexión nos demuestra que no solo es importante, sino que es imprescindible frenar la vorágine del día a día para pensar en el largo plazo y no olvidarnos de seguir haciéndolo para ver que continuamos en el camino correcto. No dejemos que el “ser” gane a lo que queremos llegar a ser. 

Comparte esta noticia:

NOTICIAS RELACIONADAS