Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Suspensos en junio: una señal de alarma que no debemos ignorar

Junio ha quedado atrás, pero sus efectos siguen presentes en muchas familias. Las notas ya han llegado, y con ellas, una dura realidad: varios suspensos. Para madres y padres, esto puede suponer una mezcla de frustración, enfado y preocupación. La primera reacción suele ser buscar culpables: “No estudia”, “está desmotivado”, “es un vago”. Pero esta mirada, aunque comprensible, es peligrosa. Porque los suspensos no siempre son lo que parecen.

Si tu hijo o hija ha terminado el curso con asignaturas pendientes, este es el momento de hacer una pausa y mirar más allá de las calificaciones. Los suspensos no son un castigo, ni una muestra de rebeldía o desinterés. Son, muchas veces, una señal de alarma que indica que algo no está funcionando bien a nivel cognitivo, emocional o de aprendizaje.

Es importante recordar que los niños y niñas no eligen fallar. Al contrario, quieren agradar, destacar, sentir que pueden lograr lo que se espera de ellos. Pero cuando, una y otra vez, se enfrentan a tareas que les superan —por comprensión, atención, memoria o lenguaje—, su confianza se ve afectada, y con el tiempo aparece la desmotivación. Es ahí donde aparece la desmotivación. No es que no quieran estudiar, es que no pueden hacerlo como los demás, y eso los frustra profundamente.

Algunas señales de alerta que acompañan a los suspensos son: bajo rendimiento constante a pesar del esfuerzo, dificultad para seguir instrucciones, problemas de concentración, lentitud en las tareas, rechazo hacia los deberes o cambios emocionales como tristeza, ansiedad o irritabilidad.

Muchas veces, detrás de estas señales hay un trastorno específico del aprendizaje (como dislexia, discalculia, TDAH), un perfil cognitivo que requiere apoyo específico o problemas emocionales como ansiedad, baja autoestima o dificultades en el entorno familiar o social. Pero esto no se puede detectar a simple vista ni se resuelve con castigos ni con más presión. Se necesita una evaluación psicológica completa que analice las capacidades del niño o la niña y ofrezca un diagnóstico preciso.

Acudir a un o una psicólogo infantil o juvenil no es un signo de debilidad ni un fracaso como madre o padre. Todo lo contrario: es un acto de amor, responsabilidad y prevención. Detectar a tiempo lo que ocurre permite intervenir con herramientas adecuadas, mejorar el rendimiento académico y, sobre todo, cuidar el bienestar emocional del niño o la niña.

Si tu hijo o hija ha suspendido varias asignaturas en junio, no esperes a septiembre. Ahora es el momento de actuar. No se trata de castigar, sino de comprender. No se trata de presionar más, sino de acompañar mejor. Cada suspenso es una oportunidad para mirar más allá de las notas y ver qué necesita realmente ese niño o esa niña.

Porque detrás de un suspenso, siempre hay una historia que merece ser escuchada.

** Las opiniones expresadas en los artículos de ‘Voces de Experto’ en PYMES Magazine son de exclusiva responsabilidad de sus autores, no comprometiendo la postura editorial de la revista.

Deja tu comentario

Sign Up to Our Newsletter

Be the first to know the latest updates

[mc4wp_form id="15266" element_id="style-1"]
[sibwp_form id=1]
Best Choice for Creatives
Purchase Now