¿A qué estás esperando?

Estimado compañero empresario, deseo que hayas terminado 2023 y empezado 2024 con mucho éxito.

Quería preguntarte…

¿Te tocó El Gordo de Navidad? ¿Cómo lo ves para el sorteo del Niño?

Si las respuestas son (que casi seguro que lo son) NO, y NO LO VEO…

Creo que queda claro que no podemos esperar a que nos llueva “maná en el campo”, o que un ente externo y mágico nos llene la cuenta corriente.

El año pasado lo empezamos viendo unos propósitos que fui desgranando en tu compañía mes a mes: Posicionamiento, Objetivos, Estrategia, Método, Procedimientos, Mentalidad.

Porque de eso depende realmente tu éxito o tu fracaso. De ver el camino claro, de tener la imagen nítida y disipar las neblinas o arrojar luz en los recodos oscuros.

También el pasado año me permitió trabajar con muchas personas que, como tú y como yo, se levantan por la mañana y “abren la persiana” (real o figurada), del negocio que crearon un día en el que decidieron que querían MÁS:

  • Más control.
  • Más dinero.
  • Más tiempo.
  • Más libertad.

Sin embargo, por falta de conocimientos suficientes, por tener información sesgada o errónea, y por falsas creencias, prejuicios y esquemas mentales poco adecuados, tomaron decisiones poco acertadas.

Piénsalo: el acierto en la toma de decisiones es clave para el devenir de tu empresa.

Obviamente, no todas las decisiones son “de vida o muerte”, pero sí es verdad que muchas de ellas crean un efecto compuesto que desemboca en consecuencias incómodas en el menos grave de los casos.

A estas alturas de la película, creo que ya sabrás de sobra que las decisiones no deben tomarse por impulso, o por intuición, si no teniendo en cuenta el estado actual de los recursos implicados, los costes en que se va a incurrir, y el potencial resultado y efecto de la acción sobre la que se decide. Es decir, en base a: métricas y datos objetivos, no sensaciones… y, por supuesto…no dejarlo en manos de “la suerte”.

Lo que sí quiero recordarte son tres simples premisas o reglas, para tener esto en cuenta, y que tus decisiones basadas en datos tengan un mayor nivel de acierto:

  1. Depende de tu modelo de negocio, tu situación, tu mercado, y tu contexto, y también de qué decisión se trata y cuál es el objetivo o resultado deseado derivado de la misma, tendrás que seleccionar cuáles son los criterios o datos que tendrás en cuenta.
    Saber sobre qué datos operar es tanto o más importante que tener acceso a los datos. Al fin y al cabo, no sabemos lo que no sabemos.
  2. No tomar una decisión, es una decisión en sí misma, que también tiene consecuencias, aunque pueda, a priori, parecer que no tiene costes asociados.
  3. Muy habitualmente, como dicen los angloparlantes, “time is of the essence” que, traducido grosso modo, significa que todo tiene su momento, que no deberías postergar las decisiones (ni siquiera con la excusa de recabar más datos, con lo que entrarías en lo que se conoce como “parálisis por análisis”), ni precipitarlas.

Para ilustrar esto, voy a hablarte de llamémosle “Laura”. La LOPD ante todo.

Laura lleva ya varios años en trincheras, se lanzó como autónoma en 2005, con lo que ha pasado una crisis del ladrillo y una sanitaria a nivel mundial. Vamos, no es su primer rodeo.

Hay que decir que Laura es una currante nata, y además muy buena en lo que hace. Empezó poco a poco con algunos contactos que había abierto y mantenido en su anterior trabajo, y haciendo ventas con clientes que le venían por recomendaciones de amigos y familiares.

Clientes satisfechos fueron trayendo nuevas oportunidades, y Laura las aprovechó.

Hasta el punto que un día se encontró que no le quedaban horas en el día para nada que no fuera dar servicio a sus clientes.

Ni descansar. Ni concederse un respiro.

De pronto había dejado de tener un jefe para tener decenas. Mal negocio.

Sin pensarlo dos veces, habló con un compañero de un curso que hizo en 2004 (cuando aún tenía tiempo para formarse), llamémosle “Diego”. Le propuso de inmediato asociarse, ya que Diego había estudiado con ella y se llevaban muy bien.

De esto modo, duplicarían la capacidad, o podrían repartirse el trabajo.

Con las prisas, y confiando en esa relación que tenían (es decir, sin estructurar, definir roles o sentar la colaboración en ningún documento escrito), empezaron a trabajar codo con codo, pero poco tiempo después empezaron las fricciones, los desencuentros personales y los malos rollos. 

En esta tesitura se hallaba Laura, cuando alguien me habló de ella, y la invité a tomar un café para ver en qué podría yo ayudar.

Como puedes imaginar, el caos campaba en su empresa. Claramente necesitaba contratar servicios externos que le ayudasen a organizar y estructurar (y ojo, no tenían por qué ser los míos).

Su respuesta fue: “Sí, ahora cuando me vaya bien, podré contratar y pagar ayuda externa. Te llamaré entonces”.

No espero su llamada. Sólo espero que aclare su mente y que entienda que una cosa trae la otra, y no al revés.

Creo que habrás podido ver las lagunillas en el razonamiento y la forma de proceder de Laura. Puede que hasta te suene familiar su situación…

Espero que lo tengas en cuenta y que no postergues las decisiones que pueden hacerte reconducir la nave, salir de un bloqueo, y llevarte al destino que quieres alcanzar.

Ánimo y adelante

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