
Cómo evitar la fuga de talento en pymes: claves desde el bienestar organizacional
La frase cayó como una losa en la reunión del lunes. El gerente de una pyme industrial sevillana, a quien llamaremos Juan, por aquello de la protección de datos, acababa de perder a su responsable de producción. Segundo perfil que se le escapa en tres meses. Adiós, amigo.
El primero voló a una empresa de Málaga con sueldo de multinacional. Este se va por agotamiento: demasiadas horas, demasiada presión, cero reconocimiento.
“¿Qué más puedo hacer?”, me preguntó. “No puedo competir con lo que pagan las grandes”.
Y tenía razón. Pero también no la tenía.
Porque no siempre es el “sucio dinero”. Se van por salud mental. Por falta de estructura. Por sentir que dan más de lo que reciben. Por no ver horizonte.
En Sevilla, muchas empresas pequeñas y medianas están viviendo lo mismo. Cuentan con buenos profesionales, pero no consiguen que se queden, o que produzcan lo que se espera. Y con cada baja, se arma un cirio, y aumenta la presión del sistema: clientes que se quejan, proyectos que se retrasan, horas de formación tiradas a la basura.
Lo que antes se resolvía con un “es lo que hay” ya no funciona. La nueva generación de talento –y no tan nueva– quiere claridad, respeto por su tiempo y la sensación de estar construyendo algo, no apagando fuegos o haciendo tareas caprichosas.
Tres claves que pueden ayudarte a sacar el máximo rendimiento del personal, sin quemarlo:
- Responsabilidad clara, pero acotada. No puedes tener a una persona resolviendo pedidos, gestionando conflictos y apagando incendios a la vez. El talento huye del caos.
- Reuniones semanales, breves y útiles. No para “controlar”, sino para escuchar, corregir el rumbo y guiar con estrategia.
- Reconocer lo que va bien. No hace falta montar una gala de premios. Un “lo hiciste muy bien ayer con ese cliente difícil” a tiempo genera más lealtad que cualquier política de incentivos.
Juan se ha decidido a dar el paso: ha empezado a aplicar pequeños cambios.
Delegó mejor. Aclaró funciones. Y sobre todo, empezó a hablar más con su equipo sin esperar a que algo fuera mal. ¿Resultado? Su nuevo fichaje, con menor salario que el anterior, le dijo hace poco: “Aquí siento que aporto. Que no soy un número”.
Conclusión clara: el talento no se “retiene” con un contrato. Se fideliza con coherencia. Y con liderazgo del bueno, del que no grita, pero construye.
Mucho éxito, camarada
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