La importancia de las cosas sencillas en la inversión

Por Jaime García, Responsable de Banco Mediolanum en la zona Sur

Hollywood tiene la virtud de hacer a partir de lo cotidiano excelentes películas, aunque para ello retuerza una historia que, aun así, siga siendo verosímil. Quizá por ello, cuando se aborda el mundo de los inversores en el celuloide, la pantalla se llena de glamur, excesos y situaciones trepidantes que nos hacen creer que su vida está llena de emociones.

A nosotros, como asesores financieros, nos toca reconducir la visión de algunos clientes que creen que pueden ganar, o perder, los ahorros de su vida en un segundo. Una imagen potenciada con la aparición de activos de alta volatilidad y riesgo extremo. Y debemos explicar que, ante tanta emoción, lo correcto es invertir de una manera profesionalizada, en la que la prioridad es reducir riesgos. Afortunadamente, esto es más fácil cuando nuestros clientes son autónomos o empresarios que saben que el dinero es fruto del trabajo diario y el esfuerzo bien dirigido.

Así pues, cuando de inversión se trata, prefiero las películas antiguas japonesas dedicadas a contar sin más los hábitos diarios, algo lógico en el país de las ceremonias y las tradiciones que ha elevado lo cotidiano a la categoría de arte. Algo que en Occidente chirría, acostumbrados como estamos a que todo sea a contrarreloj. Para ellos, las cosas, aunque sea tomar el té, requieren su tiempo.

Porque el tiempo y la visión de largo plazo deben ser la base de una planificación financiera que nos aporte serenidad. Un plan que no solo esté preparado para afrontar las fluctuaciones que se producen en los mercados, sino que además nos permita sacar partido de esos vaivenes para impulsar nuestras inversiones.

Para ello, hay que ser muy metódicos, adquirir pequeños hábitos y apoyarse en automatismos que nos ayuden a tomar buenas decisiones. Los errores que podemos permitirnos en otras parcelas de la vida debemos evitarlos en nuestras inversiones.

Y para ello debemos tener claro que no se invierte a golpe de oportunismo, sino que incorporamos la oportunidad a una estrategia establecida en función de nuestras necesidades. Porque lo primero que hay que determinar es para qué y cuándo necesitaremos dinero y, en función de esos plazos, debemos elegir en qué tipo de activos invertiremos. 

Y, una vez que tengamos claras nuestras necesidades y hayamos elegido las herramientas que mejor se adaptan a ellas, se trata de ser paciente. Sin salirse del camino que hemos trazado, que pasa por una inversión diversificada que reduzca los riesgos y con una visión de largo plazo que nos permita elegir cuál es el momento idóneo de desinversión para obtener la mayor rentabilidad. Y, muy importante, debemos automatizar las inversiones, dedicando de forma regular una parte de los ingresos a consolidar nuestros ahorros.

A partir de ahí, tan solo cabe esperar. Como decía Paul Samuelson, “invertir debe ser más como mirar secarse la pintura o ver crecer la hierba. Si quieres emoción, coge 800 dólares y vete a un casino”. Porque nuestra inversión no debe ser emocionante; al contrario, debe fluir plácidamente, sin sobresaltos. Mejor dejamos las emociones para el cine.

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