La piel electrónica. ¿El wearable del futuro?

La tecnología orientada y enfocada a la salud, ha experimentado una enorme evolución en los últimos años. El avance e inmersión en la digitalización, nos ha permitido contar con multitud de herramientas adicionales para conocer métricas sobre nuestro bienestar, nuestro estado de forma e incluso recibir recomendaciones para sentirnos mejor; llevándonos incluso, a disponer de herramientas en nuestro móvil que hacen que se asemeje a un equipo médico. Todas estas aplicaciones, entran dentro del desarrollo en el ámbito del software, pero en artículo de hoy, queremos centrarnos en mostrar cómo hay otro tipo de soluciones (hardware) que están cobrando una especial relevancia. Un caso concreto de esto es lo que se conoce como piel electrónica.

El concepto no es ni mucho menos nuevo, ya que la “e-skin” viene siendo objeto de estudio y desarrollo desde hace décadas, por parte de científicos e ingenieros que trabajan en lo que podría convertirse en el gran wearable del futuro. 

¿Pero, qué es eso de la piel electrónica exactamente? El nombre parece no dejar mucha cabida a la imaginación, ya que efectivamente se trata de una tecnología que tiene trata de imitar de la mejor manera posible la piel humana, incluyendo sensores que son capaces de reaccionar, por ejemplo, ante cambios en la temperatura exterior. Sus aplicaciones futuras, pueden llegar a ser inimaginables. Desde circuitos flexibles a una electrónica portátil “integrada” en la piel humana, que permita monitoreo en tiempo real de la salud, creación de prótesis robóticas y un sinfín de aplicaciones que nos pueden parecer de ciencia ficción.

Lo cierto es que se trata de una tecnología que cuenta con retos muy importantes. La piel electrónica es un desafío complejo tanto para científicos como los ingenieros. Una de las grandes capacidades con las que cuenta nuestra piel es su flexibilidad, e imitar electrónicamente esta capacidad resulta una tarea sumamente ardua a la hora de conectarla con un electrodo, que debe poder estirarse, arrugarse, humedecerse, etc.
Otro de los problemas a resolver, es el conseguir una auténtica sensibilidad basada en la piel, lo que requiere ser capaces de integrar diferentes materiales, además de resolver el reto de cómo garantizar el contacto prolongado con la piel.

Recientemente, un equipo de investigación del Centro de Investigación de Materiales, Arquitecturas e Integración de Nanomembranas (MAIN) de la Universidad Tecnológica de Chemnitz, ha conseguido desarrollar una serie de campos magnéticos con el objetivo de mejorar la integración en la piel. De esta forma, este nuevo material es capaz de diferenciar en sentido del tacto y en qué dirección se produce. Además, la producción de esta tecnología se puede realizar a través de un proceso de impresión 3D, por lo que podría obtenerse una gran cantidad de unidades con poco esfuerzo. 

Por otra parte, otro grupo de científicos de universidades de Austria y Canadá han desarrollado dos versiones de piel electrónica que imitan a la epidermis humana, al producir mediante un proceso novedoso, un material híbrido multisensorial “tres en uno” que cuenta con 2.000 sensores individuales por milímetro cuadrado, consiguiendo ser incluso más sensible que la punta de un dedo humano.

Y todo esto ¿Para qué? La respuesta a esta pregunta podría estar en el amplio abanico de posibilidades que se abre gracias a esta tecnología, que permitiría recrear las funciones de la piel humana para su uso en prótesis o el campo de la robótica. Permitirá, por ejemplo, que desde extremidades artificiales, se permita a quienes las usan sentir texturas o temperaturas. Que desde esta “segunda piel”, puedan desarrollarse dispositivos portátiles, dotada de sensores que miden nuestra presión o nivel de glucosa, e incluso controlar otros dispositivos electrónicos.

Y es importante resaltar, como ya hemos comprobado en las líneas anteriores de este artículo, que todo esto no es sólo teoría. Desde hace décadas, se ha estado avanzado en el camino hacia una mejor y más versátil piel electrónica. Ya en 2010, en la Universidad de Stanford, se consiguió desarrollar un sensor flexible tan sensible que podía incluso detectar el toque de una mariposa al posarse. En el instituto de Tecnología de California, han intentado combinar sensores táctiles y de temperatura con otros capaces de detectar sustancias químicas. En los últimos meses de este año, se han publicado también avances que tienen como objetivo evitar microchips de gran volumen y de baterías, buscando así una piel electrónica que permita transmitir información de forma inalámbrica. 

Lo que parece claro es que la piel electrónica está llamada a ser el “wearable del futuro”; una tecnología que nos permitirá mimetizar en nuestro propio cuerpo, innumerables sistemas de control y gestión de información, con innumerables usos en el ámbito del ocio, de la salud y de nuestro propio hogar.

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