El Estatuto del Trabajo Autónomo señala que las “vacaciones periódicas retribuidas” son uno de los derechos que consagra la Constitución. Pero sabemos que los 30 días de vacaciones son una entelequia para un autónomo o una pyme. No obstante, con una buena organización es posible disfrutar con la familia de unos merecidos ―y necesarios― días de descanso, que rara vez pasan de dos semanas. Días que, siguiendo la estela de los clientes, se disfrutan por lo general en agosto.
Pero, igualmente, la “vuelta al cole” de los autónomos difiere de la de los trabajadores por cuenta ajena, pues los primeros no tienen la opción de sufrir lo que se conoce como depresión postvacacional. Ni siquiera un poquito de pereza. La vuelta al tajo no puede ser gradual, pues los clientes y proveedores tienen planificados los objetivos del año laboral y piden respuestas inmediatas. Y estamos obligados a seguir el ritmo, lo que nos obliga a arrancar al cien por cien desde el minuto cero, igual que los aviones, que necesitan tener los motores trabajando a su máxima potencia para el momento del despegue.
No diré nada nuevo si recuerdo que el éxito radica en una planificación sosegada. Tenemos que idear nuevos productos o servicios que se adelanten a las necesidades de nuestros clientes, evaluar nuestras áreas de mejora, analizar los costes de nuestra actividad y garantizar la suficiente liquidez para poder abordar los cambios que redunden en beneficio de nuestra actividad.
Una planificación que nos permita anticiparnos a la competencia y a nuestros propios clientes. En septiembre tendríamos que estar preparados para trasladar a proveedores, clientes e, incluso, plantilla ―si tenemos―, que empezamos con fuerza, con novedades, con ilusión. Pero la planificación no puede ser fruto de unas reflexiones de sobremesa. Deben ser ideas maduras y cotejadas con expertos de distintas materias. Una visión externa es recomendable, pues, a veces, las ramas no nos dejan ver el bosque.
El éxito de nuestros objetivos depende de distintas aristas. Debemos atar los efectos laborales o fiscales, si los hubiese; los técnicos, por supuesto; y, especialmente, los financieros. Es imprescindible conocer las necesidades económicas que requerirán nuestros planes y las mejores alternativas de financiación.
Pero no nos alarmemos si no hemos podido trabajar en toda esa planificación, este mes de septiembre todavía podemos hacerlo para no afrontar el resto del curso “a lo loco”. Recordemos que “nunca es tarde si la dicha es buena”.
** Las opiniones expresadas en los artículos de ‘Voces de Experto’ en PYMES Magazine son de exclusiva responsabilidad de sus autores, no comprometiendo la postura editorial de la revista. Tampoco nos hacemos responsables si se ha usado la IA para escribir el artículo.