Parece que nos han llegado las plagas bíblicas: aún estamos lamiéndonos las heridas de la pandemia, y ahora tenemos encima las consecuencias de una invasión a mala uva, que va a poner aún más patas arriba la logística, los costes energéticos y la estabilidad necesaria para que los mercados funcionen como debería mandar la lógica. Y por si fuera poco, tuvimos una semana que nos dejó a todos color “gusanitos”.
Seguramente a estas alturas ya has visto más de una vez los lineales del súper sin aceite, los transportistas y agricultores se manifiestan y, lo más dramático: puede haber problemas de abastecimiento de cerveza.
Bromas aparte, todo este escenario pone en jaque a todo el tejido productivo, y estoy seguro que, como consumidor o como parte del mismo, a ti también te afecta.
Ante esta tesitura, sé que tanto tú como yo, estamos saturados y posiblemente no sepas qué hacer. Es comprensible, totalmente normal. Lo primero es concederte a ti mismo/a el tiempo y espacio para pasar ese duelo necesario para poder ver con un poco de claridad la situación.
Buscando la forma de entender cómo sobrevivir a un escenario tan cambiante y hostil, me crucé por casualidad con un concepto muy interesante, el de la “antifragilidad” (planteado por el ensayista y financiero Nassim Taleb, allá por 2012). Esta idea se basa en la observación de ciertos sistemas naturales, los cuales no solo resisten factores adversos, sino que salen fortalecidos al exponerse a los mismos.
Un ejemplo de esto es nuestra propia materia ósea, que en caso de una fractura que se sane de forma adecuada, produce un punto de unión más fuerte que la consistencia inicial del hueso. Otro, la resistencia a venenos y a patógenos que desarrollamos al exponernos en ciertas dosis. Es por tanto, la explicación que da base a algunos antídotos y a las vacunas para las enfermedades.
Y ahora tú estarás pensando: “Vale, todo esto suena muy bien sobre el papel, pero… ¿a dónde quieres llegar?”
Pues lo que creo es que podemos utilizar esta observación para convertir nuestros negocios en antifrágiles, en auténticas máquinas de supervivencia, en salir de algún modo no solo con la capacidad de seguir subiendo la persiana cada día, si no realmente más fuertes y sabios. De hecho, en cierto modo, cada una de estas adversidades nos ha enseñado algo. Conseguir dirigir la nave en medio de un mar bravío va a darnos una pericia y unas capacidades que muy probablemente nos ayuden a cruzar la próxima tempestad… y que cuando la calma llegue, nos harán saber aprovechar aún mejor las oportunidades.
Quiero que de esto te lleves alguna idea que puedas aplicar y que te permita capear tu propia situación.
Para poder lograr la antifragilidad (que es tanto un estado mental como la consecuencia física para el negocio de adoptar dicha mentalidad), observo que el proceso general, es como sigue:
1.- Permítete el duelo y el desconcierto, no pelees contra ti mismo/a ni te censures.
2.- Lo imprevisible, no se puede controlar. Hay que tener SIEMPRE una estrategia detrás, que te permita pivotar o sostener el negocio por otros medios, que te permita la capacidad de cambiar de tácticas cuando unas dejan de funcionar y que te permita aprovechar el contexto cambiante en lugar de sumirte en la desesperación.
3.- No hay que preocuparse, sino “pre-ocuparse”: Esto no quiere decir que no nos importe lo que suceda o pueda suceder, sino que preveamos que “algo” puede suceder y tengamos la capacidad de, llegado el caso, observar fría y analíticamente lo que supone para nuestra situación: si es una disrupción parcial o total, si es sólo temporal o más indefinida y, aún más importante, qué alternativas abre o qué posibilidades ofrece el cambio de contexto. Mantén la mente abierta y la creatividad preparada.
4.- Redobla tus esfuerzos y tu foco en aquello que sí puedes controlar, y ver cómo encaja todo en ese cambio de contexto. Lo que puedes controlar es, básicamente:
-Tu operativa interna, o cómo produces tu producto/servicio.
-Tu mensaje, o cómo lo presentas al mundo. Tu sistema de marketing y comunicación.
-Tu entrega del producto o servicio, más conocido como tu sistema de ventas o la forma en la que vendes.
5.- Ten en cuenta que no estás solo o aislado. El cambio de contexto está afectando a todos los negocios de tu ecosistema (competencia, proveedores y aliados) y a tus clientes.
Es esencial que analices en primer lugar los cambios que experimentan tus clientes (y potenciales clientes) al respecto, para poder dar respuesta a estos cambios en su conducta.
No menos importante es cómo afecta a tus proveedores, ya que esto puede afectar de forma importante a la forma en que prestas tu servicio o fabricas tu producto (aumento de costes, desabastecimiento de materia prima…).
Finalmente, observar la reacción de los competidores te dará pistas de qué hacer (o qué no hacer), incluso puedes llegar a necesitar convertirlos en aliados estratégicos por un tiempo determinado.
6.- Sé consciente de que la adversidad, una vez superada, te vuelve más fuerte. Necesitamos la motivación para seguir adelante, el refuerzo de nuestro ego y la sabiduría y pericia obtenidas son las recompensas por ser capaces de superar la adversidad.
7.- Ten la inteligencia y la humildad de saber cuándo buscar ayuda de un profesional que pueda ayudarte en la misión.