La microbiota es el conjunto de microorganismos que colonizan un huésped y viven en simbiosis con él, es decir, se benefician mutuamente en su desarrollo vital.
En el organismo existen diferentes tipos de microbiota, aunque la más conocida es la microbiota intestinal o lo que comúnmente se conoce aún como “la flora intestinal”.
Estudios recientes establecen una amplia relación entre las enfermedades más prevalentes en nuestra sociedad y la composición de nuestra microbiota. No hay una composición estándar, ésta es exclusiva de cada persona y que depende de muchos factores tantos internos (propios de la persona, a nivel fisiológico) como externos, como sería la dieta.
El tipo de alimentación que llevemos a cabo tiene un papel fundamental en la composición y funcionamiento de la microbiota. Se ha asociado el consumo de cereales refinados, una dieta pobre en fibra y en alimentos fermentados, y con un gran abuso de aditivos y edulzantes a una limitación en la diversidad y variabilidad de especies de microorganismos, comparado con una alimentación rica en fibra, cereales integrales, etc.
Los conocidos prebióticos (sustancias no digeribles que fermentadas favorecen el crecimiento de la microbiota) y probióticos (microorganismos vivos) son fundamentales para mantener la salud de nuestra microbiota. Entre los alimentos ricos en prebióticos destacan: los granos integrales, plátanos, vegetales de hoja verde, cebollas, ajo, soja y alcachofas. Y los que contienen probióticos: yogur, kéfir, encurtidos, tempeh, kombucha y en complementos alimenticios.