Los valores guían nuestras acciones y decisiones. Cuando dos personas con valores dispares intentan construir una vida juntos, las diferencias pueden generar conflictos y tensiones que complican la convivencia. Por ejemplo, si una persona valora la seguridad financiera y la otra prefiere una vida más aventurera y sin restricciones económicas, esta discrepancia puede llevar a desacuerdos significativos sobre la gestión del dinero, las prioridades familiares y los objetivos a largo plazo.
No obstante, no todas las diferencias en valores son insalvables. La clave reside en la capacidad de ambas partes para negociar, comprometerse y encontrar un terreno común donde sus valores puedan coexistir armoniosamente. Este proceso no siempre es fácil y, en muchos casos, puede requerir una gran dosis de paciencia, empatía y comunicación efectiva.
Si la alineación de valores es crucial en la vida personal, no lo es menos en el ámbito profesional. Trabajar en una empresa cuyos valores no resuenan con los nuestros puede ser una experiencia frustrante y desmotivadora. Los valores de una empresa no solo dictan su cultura y ética, sino que también influyen en sus políticas, procedimientos y la forma en que trata a sus empleados y clientes.
Para aquellos que dedican una parte significativa de su vida al trabajo, estar en un entorno donde no pueden desarrollarse con autenticidad puede llevar a una disminución en la satisfacción laboral y, en última instancia, afectar su bienestar general. La discordancia entre los valores personales y los de la empresa puede manifestarse de diversas formas: desde una falta de entusiasmo y compromiso hasta conflictos abiertos con compañeros o la gerencia.
La creación de una empresa junto a alguien con valores opuestos puede ser particularmente problemática. Al igual que en una relación personal, las diferencias en valores pueden llevar a desacuerdos sobre la dirección de la empresa, la toma de decisiones y la gestión de recursos. Fundar una empresa requiere un alineamiento claro y sólido de objetivos y principios para garantizar que todos los socios trabajen en la misma dirección y con un entendimiento mutuo.
Cuando los empleados están a gusto y comparten los valores de la empresa, los beneficios son notables y están científicamente comprobados. Las probabilidades de que un empleado se mantenga en la empresa aumentan significativamente, y la productividad incrementa. Esta es una razón poderosa para tomarse en serio la selección basada en valores durante el proceso de contratación.
La desalineación de valores no solo afecta la retención y la productividad, sino que también puede tener consecuencias costosas para la empresa. En la mayoría de los casos de mala contratación, el problema radica en una discordancia de valores. Esto puede llevar a varios escenarios negativos: desde la necesidad de despedir al empleado, lo cual es costoso y traumático, hasta la partida voluntaria del empleado, quien quizás se va debido a una falta de satisfacción personal, a pesar de su rendimiento adecuado, y, por último, cuando se da la situación de que el empleado desalineado decide quedarse. Este trabajador, desmotivado y desconectado de los valores de la empresa, puede convertirse en un problema interno, afectando negativamente la moral del equipo y la productividad global. Las condiciones laborales atractivas o la falta de mejores oportunidades pueden retener a estos empleados, pero su desmotivación y falta de alineación con los valores empresariales terminan costando caro en términos de pérdidas económicas y de cohesión interna.
Para mitigar estos problemas, es crucial que las empresas refinen sus procesos de selección para incluir una evaluación exhaustiva de los valores. Utilizar datos y estrategias basadas en valores puede reducir significativamente los errores de contratación y asegurar que los empleados estén alineados con la cultura de la empresa desde el principio.
Diversos estudios respaldan la noción de que la mayoría de los problemas en las empresas están relacionados con personas, y que estos problemas a menudo se derivan de una falta de valores compartidos. Por lo tanto, fomentar una cultura organizacional donde los valores sean un pilar central no solo mejora el ambiente laboral, sino que también fortalece la resiliencia y el éxito a largo plazo de la empresa.
En la actualidad, la evaluación de candidatos se centra en el análisis del currículum, competencias y conocimientos. Las empresas suelen utilizar pruebas de conocimiento y psicotécnicas para obtener una visión completa de las capacidades cognitivas y habilidades técnicas del candidato. Aunque esta información es valiosa y necesaria, solo mide lo que la persona conoce y sabe hacer, y las destrezas y habilidades para llevarlo a cabo.
Sin embargo, este enfoque se queda corto al ignorar un aspecto fundamental: los valores. La pasión, los valores y la conexión emocional del individuo. Sin considerar esta dimensión, se corre el riesgo de contratar personas que, aunque sean técnicamente competentes, no encajen culturalmente con la empresa.
Para evaluar esto último, las empresas deben incorporar entrevistas y dinámicas específicas que permitan medir los valores y la pasión del candidato. Esto no solo facilita una mejor alineación cultural, sino que también aumenta las probabilidades de retención y satisfacción laboral. Es esencial contar con herramientas objetivas y medibles. Un marco conceptual y de valores bien definido permite a las empresas identificar y seleccionar candidatos cuya mentalidad y valores encajen con la cultura empresarial, produciendo así una “magia” que impulsa el éxito organizacional.
