Pequeña guía de bolsillo para saber cuáles son los datos clave para decisiones acertadas en los negocios

A estas alturas espero que hayas leído el artículo del mes anterior, en el que remarcaba la importancia fundamental de basar la toma de decisiones (decisiones en lo tocante a la gestión de tu empresa, aunque también es válido para tu vida fuera de lo profesional) en indicadores, en datos objetivos, en información que te permita adelantarte a la siguiente “jugada” del destino, siempre aumentando tus posibilidades de acierto.

Porque te mentiría si te dijese que hay una varita mágica, una píldora de solución magistral que te abre el tercer ojo y asegura el éxito.

Ahora bien, hay que tener en cuenta varios aspectos interesantes a la hora de poder desenredar este tema de forma que lo simplifiquemos al máximo.

En primer lugar, decirte que he podido ver con mis propios ojos a empresarios como tú y como yo que toman la determinación de basar sus decisiones en datos o indicadores, y que en el proceso se pierden con tanto tecnicismo y “ruido mediático”: ven cada día o cada semana una nueva formación, un nuevo gurú  o una nueva pieza de contenido. Asisten a una nueva ponencia…

…y se les llena la cabeza con ese ruido, con esa maraña de “KPI’s” (del inglés, Key Performance Indicators), convirtiendo una buena idea en un motivo más de frustración y confusión. Creando una nebulosa que les aleja del objetivo de gestionar de forma adecuada,  ya sea por bloqueo por exceso de información (parálisis por análisis) o por pura confusión, miden aquello que no aporta la información crítica necesaria. Están bloqueados, o cavando en el pozo equivocado.

Y, en segundo lugar, la propia “sobredosificación” de datos acarrea tener que invertir un tiempo, energía y atención (tus recursos más escasos y preciosos) o incluso dinero (que tampoco abunda, pero al menos este va y viene y es recuperable) para poder gestionarlos, procesarlos y, finalmente, darles el uso esperado que producirá los resultados que deseas.

Para ponerte un ejemplo sobre esto, imagina que tu intención es reclutar a un empleado nuevo para un puesto determinado, en el que el objetivo es acabar delegando en él ciertas tareas que no deberías estar llevando a cabo, porque te despistan de tu labor fundamental de gestión.

Si pones un anuncio muy genérico en un medio muy popular (por ejemplo, en una plataforma de ofertas de empleo a nivel nacional), vas a conseguir un torrente enorme de solicitantes.

Aunque es cierto que tendrás más cantidad y variedad de perfiles, que ampliarán tus posibilidades de encontrar uno que ajuste como un guante al puesto, la mera cantidad de perfiles a revisar, con las consiguientes entrevistas de trabajo y reuniones y seguimientos necesarios harán que tu foco se aparte de aquello que en realidad sí debes estar haciendo.

Inversamente, si pones un anuncio muy concreto, en un canal más específico, tendrás menos aspirantes, pero habrás reducido automáticamente y de manera espectacular esta dispersión de tu foco, ya que invertirás menos recursos en este proceso.

Volviendo de nuevo al tema que hoy nos ocupa…

…en tercer lugar pero no menos importante es tener en cuenta “para qué” exactamente estamos seleccionando esta información vital. Es decir: en qué áreas de nuestro negocio se genera la información y en qué áreas van a tener impacto nuestras decisiones.

(Esto lo aclaro un poco más adelante, no temas)

El último aspecto que quiero mencionar es el que viene encerrado en el título de este artículo. Y es que no todo dato puede ser considerado información de valor (para el propósito) y que no toda información (sea de valor o no) genera conocimiento (siendo el conocimiento aquello a lo que queremos llegar y que nos va a permitir tomar las decisiones con mayor nivel de acierto. A este nivel, el de las decisiones, lo llamaremos “sabiduría”).

Para ilustrar esto, me gustaría hacer contigo el siguiente ejercicio de visualización:

Los datos por sí mismos, sin contexto ni orden, son como piezas de lego desparramadas sobre la mesa.

Ponlas ordenadas por forma y color (orden y contexto) y tienes grupos que te permiten ver cuáles son tus recursos de construcción. Ahí está tu información.

Conecta unas a otras, y ordena estas nuevas estructuras (o partes complejas)…esto es tu conocimiento, lo que te va a permitir ver qué puedes construir que tenga sentido y coherencia.

Ahora, toma esas estructuras, y ponlas en su sitio determinado, lo que te da el montaje final. Ahí está la sabiduría.

Con este ejercicio, lo que observamos es que la “sabiduría” es la reacción o las conclusiones que sacamos del correcto procesado de los “conocimientos” que están construidos por la “información”, que a su vez se nutre de los “datos” organizados.

¿Ves por qué no nos vale “cualquier dato” como fuente de sabiduría?

Ahora bien, como decía anteriormente, lo conveniente es ser meticulosos a la hora de definir qué medimos para poder hacer todo esto de forma que no nos perdamos por el camino, y tengamos la dirección adecuada.

Como siempre, voy a intentar simplificar al máximo, y poner de nuevo como ejemplo a los empresarios y emprendedores de éxito.

El fin último de cualquier empresa es hacer dinero. Vale que tenemos (espero que así sea) una visión, misión y valores “nobles” que van más allá. Pero si no hace dinero, un negocio se marchita, y deja de poder generar un impacto positivo y una transformación en los clientes. Esto es un hecho.

En base a esto, lógicamente, los indicadores fundamentales generales serán específicos del área financiera:

  • El flujo de caja (recursos económicos disponibles a la voz de ya para hacer frente a cualquier gasto o inversión que sobrevenga)
  • El cierre contable mensual (que nos da información real de lo sucedido en el pasado mes)
  • La comparativa de dicho cierre contable con el presupuesto (que nos va a indicar la desviación)

Aunque hay algunos más que también son importantes, con estos tres tenemos gran terreno ganado.

Especialmente, conocer y controlar el flujo de caja (o tesorería) te va a ayudar a reducir el estrés, ya que te aporta seguridad, reduciendo la incertidumbre, y la sensación de descontrol. Es por ello que lo he listado en primer lugar, ya que te beneficia para tener una mentalidad y perspectiva adecuadas e influye positivamente en tu motivación.

Aunque estos tres indicadores son los principales desde el punto de vista general (ya que se ocupan precisamente del dinero y su movimiento que, como sabes es “la sangre” de tu negocio), sus repercusiones van obviamente más allá del área financiera, ya que el flujo de caja puede ser requerido para invertirlo en el área operativa (reparaciones de maquinaria, compras de material, alquileres, contratación de personal en un pico de producción, etc.) o en el área de comunicación, marketing y ventas (contratación de personal y servicios, campañas, etc.)

No obstante, hay que recordar que hay otros indicadores propios de cada área del negocio que son vitales para el control y correcto funcionamiento de la misma.

Los indicadores a medir dependen obviamente de la naturaleza de tu empresa, pero hasta Elon, Jeff, Amancio, Juan y compañía, tiran mano de los tres financieros (salvando lasa distancias, y en su propio contexto estructural). Seguro.

Espero que esto haya arrojado un poco de luz y claridad a cómo empezar a medir, seleccionar las métricas, procesarlas, y sacar las conclusiones que te guíen en las decisiones de tu gestión.

Dado lo que acabas de leer, quiero plantearte tres cuestiones, para que le des una vuelta:

  • ¿estás trabajando ya con indicadores? 
  • ¿son estos los adecuados? 
  • ¿estás preparado/a para definirlos y así decidir con mayor tasa de acierto?

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