¿Cómo afecta la primavera a nuestro estado de ánimo?

Esta estación lleva asociada el aumento del bienestar subjetivo y la felicidad. En esta estación aumenta  la temperatura, hay una prolongación del tiempo de luz solar y hay más iluminación en la naturaleza. 

La temperatura moderada, favorece las emociones placenteras.   El permanecer más tiempo en contacto con la energía de luz natural  favorece la sintetización de vitaminas fundamentales para nuestro organismo, a la vez que el aumento de luz solar tiene efectos psicológicos y emocionales, por sus cambios en nuestros neurotransmisores.

En concreto, un aumento de la melatonina con efecto regulador en los ciclos de vigilia y sueño, por lo que necesitaremos menos cantidad de sueño para sentirnos descansados/as. Además de la serotonina, que provoca una mejora del estado de ánimo y que se demuestra en niveles más altos de alegría y de vitalidad.

Aunque a priori, la primavera está relacionada con emociones placenteras, hay muchas personas que no se adaptan a este cambio de estación, dándose en ellas la astenia primaveral.

La astenia primaveral puede definirse como una sensación pasajera y subjetiva de cansancio, tanto físico como intelectual, que sin tener una causa orgánica definida está correlacionada con el inicio de la primavera, especialmente si el calor se presenta demasiado pronto y va unido a oscilaciones de la presión atmosférica y de la humedad ambiental.

Los cambios climáticos, como las variaciones en los horarios y hábitos de vida que se producen en esta estación, hacen que en algunas personas afloren sentimientos de nostalgia, tristeza o apatía que, aunque en un inicio, pueden considerarse poco preocupantes, a medio y largo plazo pueden acabar ocasionando problemas más serios e incluso requerir atención psicológica si no se toman algunas medidas para evitar que se alarguen y desborden a la persona.

La astenia primaveral no tiene consideración de enfermedad dentro del Catálogo de Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud. Es un estado que en sí mismo no tiene un valor patológico, sino que parece estar relacionado con desórdenes en el mecanismo fisiológico normal de adaptación del cuerpo a las condiciones variables propias del cambio de estación. No obstante, si esta situación persiste en el tiempo o se acompaña de cualquier otra sintomatología atribuible a una causa orgánica debe recurrirse al médico y si se descarta posible causa orgánica y está afectando a las diferentes áreas de su vida, es recomendable pedir ayuda psicológica.

Este síndrome, incluido dentro de los denominados trastornos afectivos estacionales, se manifiesta mayoritariamente en mujeres, presentado una forma muy variable entre unas y otras.

Su incidencia en los últimos años ha experimentado un alto crecimiento y a pesar de la dificultad de encontrar estudios epidemiológicos que avalen con solidez esta afirmación, se estima que entre un 10 al 20% de los pacientes que acuden a la consulta del médico de familia durante las primeras semanas del período primaveral lo hacen por cuadros asténicos. Se estima que aproximadamente un 2% de la población sufrirá sus efectos en alguna etapa de su vida, siendo más probable que tenga lugar en la franja de edad que va de los 20 a los 50 años.

El incremento en su prevalencia puede atribuirse a las características del  entorno propip de la sociedades actuales (estrés, ansiedad, hiperactividad, relaciones sociales complejas, sobrecarga laboral, desempeño de trabajos poco o nada reconocidos profesionalmente,…) que inducen estados anímicos bajos y reducen la capacidad adaptativa del organismo ante cualquier tipo de cambio.

La astenia primaveral no tiene unos síntomas palpables, ni claramente definidos sino que engloba desde una sensación inexplicable de tristeza hasta algo tan inespecífico como unas “pocas ganas de hacer nada”. Todo ello se acompaña de signos y síntomas físicos, tales como:

• Alteraciones del estado general (cansancio, fatiga especialmente por la mañana, debilidad general).

• Hipotensión, mareos.

• Dolor muscular y articular.

• Cefaleas.

• Dificultad de concentración en todos los ámbitos, trastornos de memoria, fatiga intelectual.

• Irascibilidad, cambios de humor, melancolía inexplicable.

• Problemas digestivos, pérdida del apetito, aumento de la sensación de hambre,…

• Trastornos del sueño (insomnio, intensa sensación de sueño).

• Inapetencia sexual, entre otros.

Las manifestaciones de este trastorno no aparecen en momentos de actividad intensa, sino en el desarrollo de actividades cotidianas, por lo cual no pueden ser atribuibles a situaciones puntuales que requieran un sobreesfuerzo.

Paralelamente a esta situación, el bajo estado de ánimo de los individuos afectados por esta alteración provoca una disminución en las defensas inmunológicas del individuo y lo hace más susceptible a sufrir todo tipo de enfermedades.

Dado que algunos de los síntomas definitorios de la astenia primaveral son compartidos con procesos depresivos, es importante establecer las principales diferencias entre ambos estados: los pacientes que sufren astenia primaveral experimentan un sentimiento de desgana o apatía selectivo, es decir se manifiesta en mayor grado para unas actividades que para otras, mientras que el estado apático que caracteriza la depresión abarca todas las áreas de la vida. Mientras la primera situación puede ser superada por el propio paciente con un mero cambio de actitud, la depresión requiere un profundo tratamiento psiquiátrico y psicológico. 

TIPS  que pueden ser útiles para evitar estos síntomas:

• Dedicar tiempo a identificar cómo nos encontramos, para poder tener una buena gestión emocional.

• Trabajar mucho en nuestro autocuidado.

• Realizar ejercicio al aire libre, libera estrés, ayuda a dormir mejor.

• Tener un listado de cosas que nos resultan placenteras y nos ayuden a sentirnos mejor. Tener un  “kit de primeros auxilios”. Por ejemplo: meditar, dibujar, llamar a un amigo…

• Tener claro el pensamiento de que pasará, esto es pasajero, tiene una causa (la primavera) y suele tener una duración de un par de semanas.

• Activación conductual, intentar no evitar planes, tener iniciativa.

• Seguir una dieta equilibrada para poder tener las vitaminas necesarias y mantenernos hidratados.

• Cuidar la higiene del sueño: Intentar no tener pantallas 1 hora antes de dormirnos, intentar no dormir menos de 7-8h horas.

• Mantener tu rutina.

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