
El semáforo en ámbar: por qué las empresas familiares se atascan en el relevo generacional
Paola Corbalán
Consultora de empresa familiar
Hay una pregunta que paraliza cualquier comida de una familia empresaria: «¿Entonces, cuándo te jubilas de verdad, papá?». El silencio que sigue, se siente, se ve y hasta se oye.
Y es que lo veo a menudo, cuando una empresa familiar se enfrenta al relevo generacional, en muchas ocasiones se queda anclada en un fenómeno que nadie quiere nombrar: un semáforo perpetuamente en ámbar. Ni el fundador termina de irse, ni el sucesor termina de llegar.
La trampa del «casi»
El fundador está «casi» retirado. Solo viene por las mañanas. Bueno, y alguna tarde. Y los viernes para revisar la semana. Y cuando hay decisiones importantes, claro.
El sucesor está «casi» al mando. Gestiona el día a día. Excepto las compras grandes. Y los despidos. Y los clientes históricos. Y cualquier cosa que cambie demasiado lo de siempre.
Los empleados están «casi» seguros de a quién reportar. Depende del tema, del día, y de quién esté en la oficina.
Este «casi» es el cáncer silencioso de la empresa familiar española. No duele lo suficiente para operar, pero erosiona la competitividad cada día.
Las tres mentiras que nos contamos
Mentira 1: «Es temporal» Conozco empresas donde la «transición» lleva una década. Si tu hijo ya tiene canas y sigues «preparándolo», no es transición: es tu modelo de negocio.
Mentira 2: «Funcionamos bien así» ¿Ah sí? ¿Cuántas oportunidades habéis perdido mientras discutíais quién decide? ¿Cuántos buenos empleados se han ido cansados de no saber quién manda realmente?
Mentira 3: «Lo importante es la armonía familiar» La falsa armonía del silencio no es paz: es una bomba de relojería. He visto más empresas familiares destruidas por conversaciones no tenidas que por discusiones acaloradas.
El momento de la verdad
El relevo real ocurre cuando el fundador puede irse un mes de vacaciones sin llevarse el móvil de empresa. Cuando los clientes llaman directamente al sucesor sin preguntar «¿está tu padre?». Cuando las decisiones del hijo no necesitan validación posterior.
Si esto te parece imposible, el problema no es la empresa. Es el miedo.
Miedo del fundador a perder identidad. Miedo del sucesor a decepcionar. Miedo de ambos a que la empresa no sobreviva al cambio.
Pero aquí está la paradoja: el mayor riesgo para la supervivencia de la empresa no es cambiar de manos. Es no terminar nunca de hacerlo.